El otoño, la luna llena, mi mentruación… son especialmente reveladores para mí. Sentir cómo se va contrayendo el día haciéndose más larga la noche es algo que me reconforta y me inquieta a la vez. Abrirme a la luz de la luna que sana y equilibra mi cuerpo me llena de energía y poder. Menstruar con la consciencia de la limpieza física y energética que reclamaba mi cuerpo me llena de vida.
Nací a las puertas del otoño, cuando la cosecha de verano va terminando de dar su últimos frutos, mis cumpleaños siempre se celebraban entre pimientos asados y conservas… aún los huelo como entonces. La fruta fresca se convierte en fruta seca, en mermelada o compota, la transformación de la vida en muerte que regenera es la cualidad que vivo en este tiempo, nutriéndome con ella como compañera. Sintiendo que comienzan a crecer las sombras, las densidades y la muerte está más presente…
Para ver esta transición en el cotidiano necesito generalmente crear espacios de seguridad y contención, al igual que la vida se genera en las madrigueras, ver venir a la muerte y dejar que se siente a tu lado también requiere una cueva, luz más tenue y acompañamiento. Hoy me doy cuenta que fue ella la que me lleva haciendo caminar por la senda adecuada…
Siento profundo que sin la muerte en mi vida no hubiera nunca saboreado el renacer, y ambas se me presentan siempre tan juntitas que sólo puedo reverenciarlas a las dos por igual. Vivo este equilibrio con especial atención, me siento morir en ocasiones y mudar una piel vieja que ya no me pertenece, me despido, la honro, le agradezco, la amo… y en este proceso de verla compañera va renaciendo una nueva yo. Emerjo purificada, amaneciendo renovada y fresca, lista para brillar y vibrar.
Cruzar ambas puertas, la de la vida y la de la muerte, son transiciones dolorosas: las contracciones del parto tanto como la agonía de la muerte. Y es que cruzar esta delgada línea entre mundos se produce con una toma de decisión no siempre fácil, cuántos conocemos viviendo cuando quieren morir y otros muriendo cuando quieren vivir, y aún más allá, viviendo sin saber que están muertos y muriendo sin conciencia de vida. Todos estos ejemplos me han habitado en algún momento y en mis relaciones me enseñan maestras y maestros que transitan estos caminos con honestidad, amor y luz.
Mi seres queridos mueren en otoño. Casi todos los partos que he acompañado en otoño.
Hoy siento las muertes simbólicas, las grandes y las pequeñas como generadoras de sabiduría, compañeras de camino que me vienen a recordar el gozo de vivir, más sin ellas no veo que pudiera… Hoy me vuelvo a sentir dama de la muerte, guardiana de la puerta del inframundo, no para llevarme a él sino para tener la vida presente y recordarme que he de volver… Por eso lo valioso de la compañía, alguien que nos acompaña es el faro encendido que nos asegura que por muy hondo que descendamos podemos volver a la vida, sólo seguir la luz y aunque la marejada hunda el navío, este faro convertido en corazón nos sirve de referencia, de recuerdo que ilumina el camino de vuelta. Transitar estos procesos en soledad despierta la capacidad de crear altares con elementos de poder, poner siempre luz y tenerlos presentes nos ayuda a sentir ese faro, esa referencia de que la vida siempre se sobrepone… amarrarnos fuerte y que nos conduzca la fuerza de la vida cuando nace el impulso de supervivencia y subir a la superficie casi sin respiración, con el ahogo justo y necesario para valorar el aliento vital como eje de nuestra existencia.
Por un motivo que aún desconozco, me siento en mi lugar tanto en las puertas de la vida como en las puertas de la muerte. Sé que mi camino es estar ahí, servir en amor y escucha del proceso, no más. Todo lo que yo crea que debo o no debo hacer pasa por el filtro del juicio que no es válido para acompañar según qué procesos. Mi cuerpo entra en una vibración especial de regazo, contención, protección y amor incondicional… y así siento que el conflicto se diluye mientras lo observo con los ojos de mi corazón. Los miedos ya no saben dónde esconderse, la ilusión de la realidad se desvanece y el calor del cuerpo ajeno y propio vuelve calmando la tensión con abrazos.
Mis queridos herman@s y compañer@s de camino que me recordáis, sin vosotr@s, mis espejos, no podría traer a la realidad presente y consciente estas percepciones. Este re-conocimiento.
Mi agradecimiento, mi respeto y todo mi amor.
Me embarco un mes en la realización de un sueño, me entrego a la vida y a la renovación, este ciclo vivo este otoño. Nutriéndome en la coherencia de mis creencias, en una tierra que es medicina sólo pisarla, al encuentro de lo que la vida me quiera traer… no soy yo ya quien define qué vendrá, sólo los pasos dados desde la intuición al servicio del amor a la vida construirán el camino que resta. A dónde llegar no importa…
Que la fuerza de la vida sea contigo
Nos vemos muy pronto.
Aprende a mirar dentro de ti
Bello texto, Rocío! Buen viaje!
Gracias hermana! Ya aterrizada y en el hogar…
Sabia Rocío…qué gusto leerte…toda la suerte en tu viaje!
Gracias corazón! Pronto nos veremos más!