Hace escasos días he descubierto como de “casualidad” que en el pueblo donde vivo actualmente la primera ermita de la que se tiene constancia (por escritos de la iglesia católica) era una pequeña capilla con un altar dedicado a María Magdalena, sobre el año 1085. Por lo visto era una construcción humilde y  primitiva que permitía el culto de pocos fieles que posteriormente fue sustituida por la iglesia de San Jorge.

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Gregor Erhart: María Magdalena, Museo del Louvre.

No quiero entretenerme en la figura de María Magdalena y más allá de lo que se ha escrito últimamente lo que es seguro es que fue la más fiel devota y seguidora de Jesús hasta la muerte (junto con su madre) y que fue a la primera que se le apareció después de morir. No voy hablar de estos hechos, quiero hablar del Culto a lo Femenino que se ha ido enmascarando y perdiendo poco a poco quedándonos casi sin referencias de Mujeres en nuestro imaginario e inconsciente colectivo.

Fue maravilloso encontrar esta escultura de María Magdalena mostrando su cuerpo y sin estar afligida por la muerte, en un bello parecido al Nacimiento de Venus de Botticelli.

Después de la segunda guerra mundial ha habido un gran interés por descubrir cómo vivían las sociedades primitivas y el orígen de su organización. Si echamos un vistazo a los hallazgos arqueológicos del periodo neolítico y paleolítico nos damos cuenta que hay evidencias que desde 33.000 años a.c. hasta 3.000 a.c. las sociedades tenían una organización igualitaria, pacífica, proclives al arte y pertenecían a una cultura de celebración de la vida y profunda conexión con la naturaleza. Durante treinta mil años ya son años, por cierto.

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La representaciones más conocidas como la Venus de Willendorf (imagen de la derecha), y las miles de representaciones femeninas durante toda la antiguedad que se han llamado Venus, vienen del interés por expresar lo que era el centro simbólico y toda una cosmovisión de una cultura pacífica que vivía en sintonía con la naturaleza, la Gran Madre. Todas las representaciones del Neolítico nos dan mucha información sobre cómo vivían las sociedades que nos predecedieron, sin embargo aún no se ha incluído en libros de texto ni se hace pública una información necesaria para nuestro orden simbólico.

Y es que los símbolos son tan importantes como que construyen nuestra realidad, en el caso de las mujeres nos hemos quedado casi sin referencias simbólicas de la vida de nuestras ancestras: cómo vivían, pensaban, sentían las mujeres de la antiguedad hasta más o menos el cuarto milenio a.c. Esta información es especialmente importante porque parece que la guerra y la violencia existió siempre sin embargo se sabe que el pueblo humano es pacífico, generoso y vínculado profundamente con la belleza, el amor y la alegría.

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La arqueología no es mi fuerte pero hay suficientes estudios arqueológicos que demuestran que antes de esta cultura (de deidades superiores e inalcanzables) había una organización social que tenía un culto a la Gran Madre, una cultura en comunión con la vida y en cuidado amoroso de todos los seres. El mes pasado se descubrió Çatal Höyük, en Turquía (el conjunto urbano más grande y mejor preservado de la época neolítica) una nueva estatuilla, en la imágen de la derecha, de cuerpo femenino de más de ocho mil años y en la noticia se nombra claramente (pero de paso o como una anécdota) que ha sido hallada con una pieza de obsidiana debajo en un claro ejemplo de depósito ritual. Si, el cuerpo femenino formaba parte de los rituales de fertilidad de la tierra, de conexión con la vida, de agradecimiento, honra y cuidado de nuestros orígenes, del seno que nos da la vida y nos recibe en la muerte. Del mismo modo que en Oriente, aquí también adquiría la dimensión de símbolo metafísico: la principal personificación del poder del Espacio, el Tiempo y la Materia, dentro de cuyos límites todo los seres se originan y mueren: la sustancia de sus cuerpos, que configura sus vidas y pensamientos, vuelve a incorporarlos en su seno tras la muerte. Y todo lo que tenía forma o nombre, incluido Dios, personificado como bueno o malo, era su criatura en el interior de su útero.

¡Claro que había rituales en torno a lo femenino! ¡Claro que el centro de su cosmovisión era un Culto a la Madre, a la naturaleza, a la fertilidad, a la belleza, a la sexualidad…! Durante el neolítico, la figura focal de toda mitología y culto fue la generosa diosa Tierra, como madre y mantenedora de la vida y receptora de los muertos para su ulterior renacimiento. ¡Claro! Lo que no veo tan claro es que nos enseñen la historia de la humanidad omitiendo tal cantidad de detalles.

En cualquier caso se sabe que el Culto a lo Femenino fue desapareciendo hacia el final de la Edad de Bronce, y con más énfasis en los inicios de la Edad de Hierro. Se deja de registrar las antiguas cosmologías y mitologías de la Gran Madre. A través de una transformación radical y reinterpretadas e incluso suprimidas por guerreros tribales patriarcales, cuyas tradiciones han llegado a Occidente a través de los mitos griegos y los relatos bíblicos del Nuevo y Viejo Testamento.

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Lo que sí se va iluminando es que bajo toda una variedad de figuras y simbología el Culto a lo Femenino y a la Gran Madre ha estado presente durante toda la historia de la humanidad y que esos símbolos nos han ido llegando a través del culto a la Virgen María o a las diferentes Vírgenes (que podían ser Venus). La simbología fue transformándose desde una expresión cotidiana del cuerpo femenino como centro creador de la vida, pasando por Diosas que se elevaban en el cielo (inalcanzables) hasta directamente la Vírgen que es madre y vírgen.

El orden simbólico se ha ido transformando y en nuestro insconsciente colectivo también, aunque yo veo aún mucho de ese culto a la Madre en las romerías, en las apariciones de la Vírgen y en la fe de que somos abrazados por una madre que todo lo ama y lo consuela. Y más allá de esconder el símbolo de la madre o sublimar este acontecimiento veo, en el fondo del corazón de los humanos, mucho Amor por sus orígenes.

Sin embargo símbolos eminentemente femeninos como la serpiente o el dragón (en algunas culturas también se identifica con la líbido, la sexualidad, lo fluído, lo sinuoso, lo húmedo…) se han dado la vuelta pasando a ser seres vinculados con el mal y el demonio: Eva mordió la manzana convencida por la 800px-paolo_uccello_047bserpiente. El mismísimo patrón de este pueblo, San Jorge, el que mató al dragón (en algunas pinturas aparece una serpiente muy grande) para rescatar a la doncella y ha transformado un culto femenino originario por un culto al hombre salvador del mal que nos habita.

Ay diosas…

Toda esta transformación simbólica ha ido en detrimento de la imagen inconsciente que tenemos de la Mujer, que entre princesas que esperan al príncipe azul y doncellas que deben ser salvadas, no tenemos referencias de Mujeres fuertes, valientes y empoderadas.

¿Dónde reside nuestro poder?

¿Qué es lo que nos hace mujeres ahora?

¿Cuáles son las cualidades de lo femenino activo y no pasivo?

¿Dónde está la mujer que toma sus propias decisiones más allá del éxito social, el matrimonio o la maternidad?

Sin duda estamos ante un momento en que la Mujer redefine sus arquetipos, donde elegimos lo que queremos ser a través de una iconografía que no es muy amable con nuestra integridad pero que a pesar de todo encontramos nuestra fuerza, nuestros simbolos, nuestras referencias.

Quizás lo que más me ha movido estos días es la frase final de esta imagen, nos comemos la manzana poco a poco a pesar de todo lo que hemos sido. Hubo imposiciones pero también elecciones. Hemos sido y somos portadoras de la Paz y por ello también hemos elegido someternos para mantener el equilibrio, ha habido mucha violencia hacia nosotras pero también nos hemos impuesto elecciones para protegernos y proteger a nuestras criaturas de más formas de violencia… sin saber que perpetuábamos el mismo sistema que nos daña y nos limita.

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¡Transformamos lo siniestro en Maravilloso!

Aquí y ahora tenemos un super poder loable, necesario y sanador: encontrar nuestra poderosa identidad en el ciclo inexorable de vida, muerte y renacer.

Porque si llevamos un conocimiento primitivo, ancestral y valioso en esta hermosa Tierra es ser las Guradianas de las puertas de la Vida y de la Muerte.

Es tiempo de Renacer.

Es tiempo de Mostrarnos.

Es tiempo de descubrir la Mujer que quieres Ser.

Bienvenida a esta maravillosa Tribu.

 

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