
¿Cómo te llevas con tu vulnerabilidad?
Las mujeres vivimos un tiempo en el que estamos escalando con mucha dedicación el lugar que merecemos en esta sociedad pero la realidad es que seguimos atendiendo los cuidados ajenos y propios mientras tratamos de tener un trabajo que nos de autonomía económica…
Esto requiere muchas horas al día y no siempre tenemos la energía óptima, bien por procesos emocionales que requieren más atención y acompañamiento, bien por nuestro ciclo menstrual que nos pide más descanso y respeto corporal a nuestros ciclos.
Lo que nos confronta en muchas ocasiones con nuestra vulnerabilidad, con el “no puedo con todo” y el “no me siento bien”. Cuando sentimos que necesitamos más tiempo para la gestión de un proceso interno y no cumplimos con las expectativas personales, a veces, no tenemos demasiada paciencia con nosotras mismas.
Las prisas del día a día, no interrumpir los cuidados que ofrecemos (sobre todo los ligados a la supervivencia de otros) y el escaso tiempo para nosotras crea una espiral de abnegación que nos desgasta sutil y silenciosamente.
¿Qué pasa si no llego a todo?
¿Cómo me siento si no llego a mis metas personales?
¿Puedo cuidarme yo primero antes del cuidado a otros?
¿Y si necesito descansar más?
¿Puedo tener más paciencia y amor conmigo misma?
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La vida y sus vicisitudes nos muestra un camino a explorar: aprender a pedir ayuda. Si no lo hacemos es posible que estemos emprendiendo una batalla contra nosotras mismas, ofrecer resistencia a la ayuda es muy autodestructivo… y a estas alturas, no creo que tengas nada que demostrar, más que lo que te quieras mostrar a tí misma.
Nos han enseñado que podemos con todo y ¡claro que podemos! Pero estar acompañada y cuidada hace que atravesemos los procesos con cierta calidad de escucha, salud y afecto.
Delegar responsabilidades antes de darte cuenta que no puedes más sería un buen entrenamiento cotidiano. Priorizar en la nutrición personal ya que llevamos de serie la dedicación a otros, un gran paso.
Nuestra vulnerabilidad es una gran amiga, una gran aliada, nos enseña que no somos perfectas ni super mujeres, somos nosotras mismas… con nuestros éxitos y nuestros fracasos, y que podemos sostener menos de lo que creemos que podemos sostener. De ella nace una gran fortaleza cuando conectamos con lo que podemos y lo que no, de ella sale la fuerza de la medida y la autenticidad.
Con la vulnerabilidad nos unimos a la vida y tenemos una visión mucho más real de nosotras.
Porque ¿acaso alguien juzga desde algún baremo de normalidad, corrección o perfección?
Quizás nuestra jueza interna se encarga de medir el rasero de nuestra calidad de vida… y generalmente nos trata con bastante dureza.
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Yo le digo a mi jueza interna que sea benévola, que juzgue con cariño y sin castigo, que establezca lo justo en coherencia con mis energías en cada momento.
Esto nos da más paciencia, más cariño y más cuidado cuando nos sentimos vulnerables.
Y tú, ¿qué haces cuándo te sientes vulnerable?
Trátate con Amor, así también Eres.
Sigues siendo una Mujer Increíble.
